miércoles, 29 de mayo de 2013

De héroes y traidores

De héroes y traidores



La reaparición de Amodio en la escena política tiene el rasgo de equilibrar las delaciones y revelar o aclarar el papel que les toca en dicha escala a aquellos de nuestros actuales gobernantes que integraron las filas de los tupamaros históricos. Desde hace ya mucho tiempo está claro que no hubo un sólo traidor, sino toda una gama de defecciones mayores o menores. 1
Analizando no demasiado profundamente este fenómeno se nos aparece el otro fenómeno paralelo, el de toda una escala de heroísmo de algunos de los cuadros y de centenares de militantes de base, muchos de los cuales dejaron la vida en las mazmorras de la tortura justamente porque se negaron a traicionar a otros y a traicionarse a sí mismos.
Hubo muchos que no sólo no traicionaron, sino que lograron salvar a todos sus amigos y compañeros quienes pudieron dormir tranquilos.
Frente a la defección de algunos, entre ellos cuadros de dirección, hubo cientos de héroes anónimos que salvaron todo lo que pudieron en los brutales interrogatorios.

El amor
Todos ellos tenían cónyuges, hermanas y hermanos, padres y muchos de ellos hijos a los que amaban. Y su sacrificio fue por amor, por el amor que trasmite dignidad, sentimiento de justicia y solidaridad. Nadie puede creer en la autenticidad de un amor basado en la traición, en la vileza y en la entrega de otros seres humanos.

Conozco el caso de alguien que, llevado a la fuerza al blanco al que estaban tirando con una ametralladora, y conminado por el encargado de la tortura: “Ahora cantá, por tu hijo”, contestó simplemente: “Mi hijo va a saber por lo menos que su padre fue un hombre”. Despojado de sus connotaciones machistas el significado es un legado de haber sido un ser humano integral. Ésta es la única base sobre la que se puede edificar el amor: la dignidad, la integridad,  la fidelidad, el coraje, la gallardía, la lealtad a los principios humanos más nobles

No creo que ninguno de los queridos compañeros que se la aguantaron en silencio lo haya hecho para figurar ni para hacer carrera política como senador, ministro o presidente; lo hicieron estoicamente por sus, por nuestros principios y por una militancia humana de protección de sus seres y compañeros queridos, que eran todos los camaradas. Esto es particularmente claro en los que dejaron la vida en “la máquina”.
 
Y el heroísmo no empezó en las salas de interrogatorio y tortura. Empezó cuando los compañeros aceptaron integrarse a una lucha en la que no existían recompensas materiales, ni sueldos ni viáticos. Lo único seguro de esta lucha era el riesgo de la salud, los bienes, la familia y hasta la propia vida.
No podemos ni queremos dar nombres porque seguramente vamos a ser injustos con algunos y porque el fenómeno es tanto más notable cuanto más anónimo y colectivo.
Este es un fenómeno sociológico trascendental, éste sí, mucho más que la traición de algunos. Frente a una humanidad que amenaza extinguirse a sí misma por avaricia y sed de poder se levantan miles de un paisito pequeño que fueron capaces de arriesgar su salud, sus bienes, y hasta su propia vida sin ganancia material alguna, tan sólo por ideales y principios
 
Y que conste que nuestra experiencia en los procesos de la tortura nos lleva a ser condescendientes con aquellos compañeros que no pudieron resistirla, ya sea de base como de dirección. Nadie puede culpar a otro ser humano enfrentado a ese monstruo insensible. Para poder soportar algo tan extremo como la tortura es necesario recurrir a todos los recursos de un ser humano: morales intelectuales y físicos. Hay que hacer una clara distinción con quienes, por el contrario, pusieron todos estos recursos en ayudar a sus torturadores.
Pero lo que tenemos que criticar es el mecanismo de convertir a la traición en teoría política y prolongarla, y ahora el intento infame de enlodar a todos esos héroes anónimos tratando de convertir su calvario en sucias intrigas cortesanas.
 
Es sabido que en el Penal de Libertad había presos que colaboraban abiertamente con sus carceleros militares, aduciendo que la dictadura era nacionalista, y que, por lo tanto, había que ayudarla. Eso los llevaba obviamente a entregar hasta a sus propios compañeros.
Sin necesidad de ir tan lejos tenemos a gobernantes que quieren dejar ir para sus casas en prisión domiciliaria a los torturadores, que defienden
inexplicablemente de su extradición a tres de ellos ya penados  por asesinos por la justicia chilena, que salen siempre en defensa de cuanto torturador y violador es amenazado de ser procesado, que están por mandar tropas a Haití y defienden a quienes pueden haber cometido la violación de un joven haitiano, que encubren el gasto de más de un millón de dólares diarios en unas fuerzas armadas más que inútiles, que han probado ser criminales del pueblo que están designadas para proteger, que defiendan la impunidad de asesinos, torturadores, violadores y secuestradores de niños para venderlos…
Hace poco tiempo el comité del FA en México divulgó un documento del general Licandro en el que revela que nuestro actual ministro de defensa propuso hasta ¡mandar tropas a Irak!
No podemos ser tan ingenuos de ignorar que desde filas gobernantes se protege la impunidad para los criminales de lesa humanidad.
Recientemente se procesó en Núremberg a un ex guardia nazi de más de 90 años.
Y es que la sociedad no se puede permitir que este tipo de crímenes quede sin castigo, como ejemplo para generaciones futuras y para su protección, para evitar la justicia por mano propia, en fin, por todas las razones por las que existe la justicia.
Seguramente todos los compañeros cristianos habrán perdonado a sus verdugos y a los verdugos de sus compañeros,  así como lo habrán hecho otros que no son cristianos. Esto es irrelevante. La sociedad tiene que imponer justicia de todos modos, para preservar normas de convivencia civilizadas.

Para pintar alegría/ en las caritas nocturnas/
de los pequeños mendigos

Contra los prejuicios de algunos, por ejemplo los militantes cristianos, curas y feligreses católicos, protestantes, mormones y judíos se  agruparon en filas de cientos de tupamaros sin tener una idea de ningún gobierno marxista ni comunista, sino tan sólo desafiando a fieras mucho peores que  las del circo romano por avances de justicia, para que la indigencia y la marginación no fueran tan desgarradoras, por los niños, que hoy son 20.000, trabajando en el reciclaje de basura
Nosotros, los tupamaros, cometimos crímenes como el del peón rural Pascasio Báez,  y otros.
Los hemos pagado con un total de unos 14.000 años de dura prisión sumando todos, sin contar con otros tantos miles de semanas de tortura, violaciones, fusilamientos simulados, compañeros asesinados, hijos vendidos...
Rechazo terminantemente ser colocado junto con este personaje siniestro de Amodio en ningún término. Mis críticas a los dirigentes que han renunciado a sus principios tupamaros son compartidas por muchos compañeros y parten de una base principista totalmente opuesta a la basada en el bajo “chusmerío” lumpen, en los relatos de sordideces humanas a los que la quiere reducir el real o presunto Amodio, personaje conocido además por traidor y mentiroso. Amodio fue justamente uno de los primeros, y el mayor, en quebrantar esos principios, y lo hizo realmente de una manera harto brutal.
Todo gran ser humano ha andado presumiblemente en chancletas en su casa; quiero decir que se puede fijar la atención en las pequeñas fallas humanas o en la grandeza.
El real o presunto Amodio de las cartas intenta enlodar hasta al propio Sendic, relatando algunas de sus falencias, reales y hasta mentidas, como si él no fuera grande por sus colosales virtudes humanas, por su entereza, por su valentía, por su entrega, por su militancia sacrificada entre los cañeros del norte, por su inquebrantable voluntad de servir a la causa humana, aun desde situaciones terriblemente expuestas.
En este caso se trata de todo un colectivo de miles, lo que resulta mucho más importante y significativo que si fuera una sola persona ejemplar.
Es posible considerar la cuestión desde el punto de vista de la bajeza de algunos, o bien de la nobleza de una mayoría ejemplar de héroes anónimos, que nos permite seguir teniendo esperanzas en que los rasgos nobles de la humanidad la van a salvar del desastre inminente.
“Si suponemos que no hay esperanza, garantizamos que no habrá esperanza. Si suponemos que hay un instinto de libertad, que hay oportunidades de cambiar las cosas, entonces hay una posibilidad de contribuir a construir un mundo mejor.”, dice Chomsky.

Ricardo Ferré

1
http://federaciondebasespatriagrande.blogspot.com/search?q=amodio+y+amodiosis