miércoles, 27 de abril de 2011

El desastre nuclear que podría destruir Japón… y el mundo

Sobre el peligro de un terremoto asesino en el archipiélago japonés
El desastre nuclear que podría destruir Japón… y el mundo




Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Las centrales de energía nuclear del Japón envejecen a toda velocidad, al igual que sucede con lo cibernético, manteniéndoselas en funcionamiento mediante la sustitución continua de sus piezas. Y ahora que Japón ha entrado en un período de actividad sísmica y que en cualquier momento podría sobrevenir un accidente grave, la gente vive en estado de constante ansiedad.

Los sismólogos y los geólogos están de acuerdo en que, tras cincuenta años de inactividad sísmica, a partir del terremoto de Hanshin-Awaji de 1995 (terremoto que se produjo al sur de la Prefectura de Hyogo), el país ha entrado en un período de actividad sísmica. En 2004, el terremoto Chuetsu golpeó la Prefectura de Niigata, ocasionando daños en el pueblo de Yamakoshi. Tres años después, en 2007, un terremoto que se produjo en el fondo del mar cerca de la costa de Chuetsu dañó gravemente los reactores nucleares de Kashiwazaki-Kariwa. En 2008, tuvo lugar otro terremoto en las Prefecturas de Iwate y Miyagi, haciendo que toda una montaña despareciera por completo. Después, el terremoto de la Bahía de Suruga puso en estado de emergencia la planta nuclear de Hamaoka. Y ahora, el 11 de marzo pasado, sufrimos el terremoto que se produjo en el fondo del mar cerca de la costa noreste. Y se teme que el período de actividad sísmica continúe durante décadas. Desde la perspectiva de la sismología, un espacio de diez o quince años no es más que un momento en el tiempo.

Debido a que la Placa del Pacífico, la mayor de las placas que envuelven la tierra, está en movimiento, predije que habrían fuertes terremotos por todo el mundo.
Como me temía, tras el terremoto de la bahía de Suruga de agosto de 2009, que se produjo en forma de triple choque, le siguieron en septiembre y octubre los terremotos de Samoa, Sumatra y Vanuatu, de magnitudes de ente 7,6 y 8,2. Eso significa de tres a once veces la fuerza del terremoto de la Prefectura del Sur de Hyogo.
Todos estos seísmos se produjeron alrededor de la Placa del Pacífico como centro, y cada uno de ellos tuvo lugar en los límites de esa placa o de una placa bajo su influencia. Después, al año siguiente, en enero de 2010, sobrevino el terremoto de Haití, en el límite de la Placa del Caribe, impulsado por las Placas del Pacífico y Cocos; a continuación, en febrero, se produjo el inmenso terremoto marino de magnitud 8,8 cerca de las costas de Chile. Estuve rezando para que estas series de terremotos a escala mundial se acabaran, pero el movimiento de la Placa del Pacífico no daba muestras de detenerse y así llegamos al terremoto del pasado 11 de marzo en el noreste de Japón y a la posterior fusión del reactor nuclear de Fukushima.

Hay grandes fallas sísmicas capaces de producir terremotos de magnitud 7 u 8 cercanas a cada una de las plantas nucleares de Japón, incluida la planta de reprocesamiento de Rokkasho. Es imposible imaginar que una planta nuclear no resulte dañada con un terremoto de magnitud 8.
Un caso representativo en sí mismo es la Planta de Reprocesamiento de Rokkasho, donde quedó claro que la falla existente bajo el mar cercano se extiende también hacia el interior de la tierra. La planta de Rokkasho, donde se recogen los deshechos nucleares (cenizas muertas) de todas las plantas nucleares de Japón, está ubicada en una zona terrestre bajo la que se encuentran las Placas del Pacífico y la Placa de América del Norte. Es decir, que la placa que más peligros presenta para la planta de Rokkasho está precisamente ahora en movimiento en las profundidades de Japón.
La planta de Rokkasho se construyó en sus orígenes con un factor muy bajo de resistencia a los terremotos, 375 gal [*]. Actualmente, ese factor de resistencia se ha aumentado a sólo 450 gal, a pesar del hecho de que los recientes terremotos en Japón, que han registrado más de 2.000 gal, se han ido sucediendo uno tras otro. Peor aún, la Península de Shimokita es una formación geológica extremadamente frágil que estaba en el fondo del mar en fechas tan recientes como cuando apareció el mar en el período Jomon (Transgresión Flandriense) hace 5.000 años; si allí llegara a producirse un terremoto, quedaría completamente destruida.


La Planta de Reprocesamiento de Rokkasho es donde se recoge el combustible nuclear consumido en todas las plantas nucleares de Japón, que después se vuelve a procesar para separar el plutonio, el uranio y los residuos líquidos restantes altamente radioactivos. En resumen, es la fábrica más peligrosa del mundo.
En la planta de Rokkasho hay ahora almacenados 240 metros cúbicos de residuos líquidos radioactivos. Un fallo en el tratamiento de tales residuos podría provocar una catástrofe nuclear que superaría a la fusión de un reactor nuclear. Esos residuos líquidos generan continuamente calor, por lo que deben ser constantemente enfriados. Pero si un terremoto llegara a dañar las tuberías de refrigeración o se cortara la electricidad, el líquido empezaría a hervir. Según un análisis elaborado por la industria nuclear alemana, una explosión en estas instalaciones afectaría a las personas que se encontraran en un radio de cien kilómetros a partir la planta con una radiación entre 10 a 100 veces superior al nivel letal, lo que indefectiblemente significa muerte instantánea.
El 7 de abril, sólo un mes después del terremoto del 11 de marzo del noreste de Japón, se produjo una réplica de gran magnitud. La electricidad se cortó en la Planta de Reprocesamiento de Rokkasho. Los generadores de emergencia consiguieron apenas enfriar la piscina que contiene el combustible nuclear y los residuos líquidos radioactivos, lo que significa que Japón estuvo al borde de la destrucción. Pero los medios de comunicación japoneses, como es habitual y prácticamente en su totalidad, decidieron hacer mutis por el foro.
Nota de la traductora:
[*] El gal, o galileo, es una unidad que se utiliza para medir los picos de aceleración terrestre durante los terremotos. A diferencia de las escalas que miden la intensidad general de un terremoto, mide el movimiento terrestre en lugares concretos.
(Douglas Lummis tradujo este artículo del japonés al inglés. Lummis es científico político, vive en Okinawa y es autor de “Radical Democracy”. Se puede contactar con él en: ideaspeddler@gmail.com)
Hirose Takashi ha escrito muchos libros, la mayoría sobre la industria de la energía nuclear y el complejo militar-industrial. Posiblemente, su libro más famoso sea “Nuclear Power Plants”, en el que lleva la lógica de los promotores de la energía nuclear a una conclusión racional: “Si estáis tan convencidos de que las centrales nucleares son seguras, ¿por qué no las construís en el centro de la ciudad en vez de a cientos de kilómetros perdiendo así la mitad de la electricidad en los cables?

Fuente: http://www.counterpunch.org/takashi04252011.html 


viernes, 22 de abril de 2011

Familiares de Licandro duros con Mujica: insulto a su memoria


DURA CARTA DE FAMILIARES DE LICANDRO

MUJICA CUESTIONADO POR “insulto a la memoria” DEL GENERAL FRENTEAMPLISTA

El 30 de marzo, después de una muy larga enfermedad, murió nuestro querido “tío Toto”, el general Víctor Manuel Licandro. Desgraciadamente, además del dolor inmenso de perder a quien fuera el centro de referencia y el factor de cohesión afectivo más cálido de nuestra familia, pareciera como si con él hubiéramos perdido, también, a uno de los últimos hombres que asumieron, en el Frente Amplio, un compromiso político transparente y sin dobleces. Esta impresión ha sido reforzada por lass palbras del presidente Mujica en su audición del 31/3 en M 24.
Los que firmamos esta carta pensamos que las referencias y la utilización hecha por el  presidente de la republica de su figura implica en grado sumo la práctica de una hipocresía del juego político tradicional que es diametralmente opuesta y enemiga de la postura que  como hombre y como militante caracterizó al general Licandro.
 Para empezar Mujica recordó a Licandro como a un Quijote Militar, una imagen retórica que no necesitamos  analizar aquí para entender que, en lenguaje político vulgar, denomina al idealista que lucha contra molinos de viento, es decir al hombre honesto y bien intencionado que se maneja, sin embargo en esferas mas bien utópicas.
En su discurso de 20 minutos, Mujica le adjudicó un poder enorme y decisivo al aparato militar.
Describió a las Fuerzas Armadas como una institución poderosa, y al parecer autónoma, cuyas decisiones “ pueden hacer de puerta o de sepultureros de una sociedad”. Es decir que las Fuerzas Armadas serían una especie de aduana o peaje por el que es necesario o inevitable pasar si uno quiere entrar o seguir en democracia, y con el que conviene estar en buenas relaciones. También habló “ de ganar para la democracia “ a esa fuerza, es decir de un trabajo político de persuasión y negociación que es necesario hacer para que ellas sean fieles  a los poderes del Estado. Sin embargo, no se refirió nunca ala fidelidad de las Fuerzas Armadas al Poder Ejecutivo, ni mencionó en ningún momento la subordinación que las mismas deben tener por mandato constitucional al presidente de la Republica, ni su propia responsabilidad como comandante en jefe de dichas fuerzas. 


Paradójicamente repitió lo que ha afirmado otras veces: que las Fuerzas Armadas de hoy no son las de ayer.
Pues bien, es ampliamente conocido que el general Licandro opinaba lo opuesto. Para empezar que las Fuerzas Armadas debían ser depuradas de elementos criminales y su organización democratizada. Para él era  impensable que los oficiales responsables de delitos de lesa humanidad continuaran ocupando puestos en esas filas. Licandro opinaba, también, que buen parte de la oficialidad superior actual continuaba profesando la doctrina de la seguridad nacional, doctrina que unió ideológicamente a las dictaduras del Cono Sur en el Plan Cóndor. Es más el aseguraba que las nuevas generaciones de oficiales continuaban siendo educadas en esas ideas.
Por lo tanto, par él existía una clara continuidad entre la s Fuerzas Armadas de hoy y las de ayer. A su entender, esas Fuerzas Armadas de hoy habían demostrado una y otra vez no estar dispuestas a colaborar con el gobierno democrático, y mucho menos con la  dilucidación de los crímenes que sus integrantes habían cometido durante la dictadura. Opinaba que las Fuerzas Armadas no podían continuar siendo un poder autónomo dentro del Estado- con actividades y relaciones acerca de las cuales no se consideraban  obligadas a informar al gobierno-, que su número de efectivos continuaba sobredimensionado y que no debían ser persuadidas de nada sino acatar total y completamente a los poderes del Estado. En una entrevista publicada por el semanario Brecha el  12/10/10 expresó : “En un gobierno del FA ( las Fuerzas Armadas) deben estar subordinadas al gobierno y no precisan ningún acercamiento sino cumplir con la Constitución y las leyes”


Licandro dejó todos estos análisis e ideas asentados en documentos que han circulado ampliamente.
Por si esto fuera poco, Mujica  visitó a Licandro poco antes de asumir la presidencia y se informó personalmente acerca de sus puntos de vista con respecto a diferentes temas, pero muy especialmente al tema militar. Es evidente, entonces, que el presidente no desconoce en absoluto cuál era su pensamiento. Decir que “ la libertad posible necesita honda fidelidad de los brazos armados  que se expresan en el Estado. Y esto es una verdad evidente, y estas son de las lecciones más profundas que nos deja la trayectoria y la vida de un general como Licandro “ es una reducción que abstrae, simplifica y falsea  las ideas de >Licandro. Porque todos sabemos que el dejó lecciones mucho más concretas que ese deslavado eufemismo. Pero dado que las verdaderas ideas de Licandro no le sirven para fundamentar su propia posición frente a los militares, Mujica se ha visto obligado a deformar  su pensamiento, ocultándolo tras un lugar común.
Lo más doloroso y lo más lamentable fue que el  presidente hiciera  esto al otro día, precisamente de su muerte . Su supuesto homenaje se volvió así una afrenta soberbia e inescrupulosa a su memoria. Juntar el homenaje, el saludo al compañero muerto, con la utilización de su prestigio para sumar rédito político a la posición particular de Mujica frente a las Fuerza Armadas  nos parece algo que sobrepasa todo calificativo.
Consideramos esta maniobra  un insulto a u memoria, a sus familiares y a todos los frenteamplistas que respetaron la lucidez y la entereza moral del general Licandro.
JOSÉ LUIS LICANDRO
SERGIO ALTESOR LICANDRO
JUAN PABLO LICANDRO
BRECHA 20-4-11 - postaporteñ@ nº 536 - 2011-04-21


sábado, 16 de abril de 2011

Roger Rodríguez: Hacia el fin de la transición

Asunto: HACIA EL FIN DE LA TRANSICIÓN (por Roger Rodríguez)
Para: 



PUBLICADO EN CARAS&CARETAS EL 15 DE ABRIL DE 2011


ANULACIÓN DE LEY DE CADUCIDAD CIERRA POSDICTADURA Y ABRE DEBATE SOBRE LA DEMOCRACIA

Hacia el fin de la transición

La anulación de la ley de caducidad, iniciada el martes 12 de abril por la mayoría frenteamplista en la cámara de Senadores, abrió especulaciones en el escenario judicial, político y social uruguayo. Unos estudian cuántas causas pueden ser reabiertas, cuántos militares desfilarán por los juzgados y qué decisiones puede adoptar el Poder Judicial. Otros, apuntan a las consecuencias de la renuncia del senador Fernández Huidobro y la repercusión en el tablero político. Finalmente, se aguardan las reacciones de los criminales de lesa humanidad y las acciones de las organizaciones de derechos humanos. La transición termina y abre un debate sobre la democracia que se quiere.

TEXTO: ROGER RODRIGUEZ – rogerrodriguez@adinet.com.uy

Veinticinco años después de su aprobación, la Ley 15.848 por la que se otorgó impunidad a los militares y policías que violaron los derechos humanos en los años de la dictadura será finalmente anulada. Cuatro períodos de gobierno, cientos de miles de firmas para posibilitar dos plebiscitos, quince marchas anuales de silencio, extensas jornadas de debate parlamentario, horas de televisión y radio, toneladas de papel escrito con ríos de tinta, mantuvieron -desde el mismo 22 de diciembre de 1986 en que fue aprobada- el debate sobre la polémica norma impuesta por un voto en aquel Parlamento.
La Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, comenzó a ser anulada ahora en el Senado, también por un voto, y antes del próximo 20 de mayo –cuando se realice la XXVI Marcha del Silencio- la cámara de Diputados terminará de dejarla “sin efecto”, como exigió a Uruguay en una condena la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y como reclamaban las organizaciones no gubernamentales, los familiares de de los desaparecidos, de los muertos y las propias víctimas de la tortura implementada en forma sistemática por la represión desatada entre 1973 y 1985.
El lento proceso de anulación se produce finalmente en el mismo Parlamento que la creó, luego de tres años de discusiones sobre una ley interpretativa dentro del mayoritario Frente Amplio, que para  su primer período de gobierno, bajo la presidencia de Tabaré Vázquez, había excluido de su programa electoral la modificación de la resistida ley, pero que en su última plataforma electoral, con la que fue electo el presidente José Mujica y se obtuvo la actual mayoría parlamentaria, había vuelto a incorporar una expresa cláusula programática para la eliminación de la caducidad.
En el debate parlamentario, los legisladores blancos y colorados –hoy minoritaria oposición- acusaron al Frente Amplio de no respetar la voluntad ciudadana que en dos plebiscitos “ratificó” la ley. El 16 de abril de 1989, bajo amenaza de golpe de Estado, la ley fue mantenida por el voto amarillo con un 57% contra un 43% de voto verde que pedía su derogación. El 25 de octubre de 2009 el voto rosado, propiciado por el Pit-Cnt para la anulación de la ley, llegó al 47,98% y no logró a la mitad más uno de los sufragios incluidos votos en blanco y anulados. Ese mismo día, el Frente Amplio obtuvo la mayoría parlamentaria con la que el martes, finalmente, empezó a eliminar la ley.

ENTRETELONES POLÍTICOS

Dos de los tres legisladores que en la coalición estaban en contra de la ley interpretativa de anulación de la caducidad terminaron cambiando su voto luego que un Congreso del Frente Amplio declarará el tema como “asunto político” y mandatara a sus legisladores. Sólo el ex nacionalista Jorge Saravia se mantuvo en contra. El ex vicepresidente Rodolfo Nin Novoa pidió licencia para que ingresara su suplente, Gustavo Guarino, quien acató la decisión política. El ex guerrillero Eleuterio Fernández Huidobro mantuvo la obediencia partidaria, pero a la vez que expresaba su voto a favor, argumentó en contra de la ley y anunció su renuncia a la bancada parlamentaria.
El abandono de una banca parlamentaria en discrepancia con un mandato político del Frente Amplio ya había ocurrido en la anterior legislatura, cuando el diputado Guillermo Chifflet dejo la cámara baja por negarse a aprobar un envío de tropas a Haití. Pero el peso político de Fernández Huidobro genera hoy suspicacias sobre la reacción que tendrá su grupo, la CAP-L, que desde hace años reclama sin suerte un lugar en la ejecutiva Mesa Política de la coalición. “El Ñato no se va para la casa, va a seguir militando y haciendo política”, confían sus allegados quienes destacan el gesto del presidente Mujica, quien se apersonó al Senado para saludar a su viejo amigo.
Algunos observadores hacen especulaciones sobre quién sucederá a Fernández Huidobro en la banca de la cámara alta, ya que ocasionalmente la ocupa su secretario, el ex diputado Carlos Gamou, pero su suplente oficial es el actual ministro de Defensa Nacional, Luis Rosadilla, quien también se pronunció en contra de la ley interpretativa. Los analistas llegan a hacer “política ficción” en el manejo de una serie de “enroques” dentro del gabinete del presidente Mujica, quien se reunirá con Rosadilla y los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas para tratar el tema de la anulación de la ley de caducidad.
El escenario también fue condimentado con crónicas que recordaron entretelones del Pacto del Club Naval donde frenteamplistas, colorados y militares acordaron las elecciones con “proscriptos” en 1984 con los derechos humanos “sobrevolando”; las reuniones de Wilson Ferreira Aldunate con los militares en 1986 que derivaron en la Ley de Caducidad; y un acuerdo entre el MLN y la logia militar Tenientes de Artigas en los noventa (tras el homicidio del ex tupamaro Ronald Scarzella el 23 de abril de 1993) por el cual, según reveló el coronel José Carlos Araújo del Foro Libertad y Concordia, se selló un compromiso de “excombatientes” para terminar con el “revisionismo”.

LA SUPREMA DECISIÓN

Mientras uno debaten sobre los argumentos expuestos en la larga sesión parlamentaria y otros insisten con la ya rechazada posibilidad de que el presidente Mujica vete la ley interpretativa, muchos conocedores ponen sus ojos en el escenario judicial donde la Suprema Corte de Justicia (SCJ) podría tomar determinaciones que definirán el rumbo de las causas de los derechos humanos y pueden asentar jurisprudencia en la materia para resolver una serie de dudas sobre tipificaciones penales, tiempos de prescripción de los delitos y la constitucionalidad o no de las normas que está aprobando el Poder Legislativo y que pueden ser reclamadas ante el máximo órgano judicial uruguayo.
A fines de 2009 la fiscal Mirtha Guianze presentó un recurso de casación sobre la sentencia que el juez penal de 19º Turno, Luis Charles, dictó al procesar a ocho ex militares, dos ex policías y un ex soldado por el secuestro en Argentina y desaparición del militante del PVP, Adalberto Soba. El reclamo ante la SCJ no refería a la eventual inocencia de Gavazzo, Arab, Rama, Maurente, Vázquez, Silveira, Medina, Sande y Soca, sino a la tipificación del delito. Guianze pidió “desaparición forzada” y Charles procesó por “privación de libertad especialmente agravado”.
La diferencia entre la fiscal y el juez está para resolución de los ministros de la Corte, quienes tienen que decidir si asiste razón al ministerio público que pide aplicar la Ley 18.026 por la que desde el 25 de setiembre de 2006 se adaptó el Tratado de Roma a la normativa uruguaya y se incorporó al Código Penal la tipificación de delitos de lesa humanidad, que son imprescriptibles, inamnistiables y perseguibles en cualquier tiempo en que se hayan cometido, o en la causa corresponde mantener la vieja normativa por la que no se tipifican la tortura, la desaparición forzada y otros delitos que ya existen en los convenios y tratados internacionales.
La Suprema Corte de Justicia dio una señal favorable al ministerio público el 25 de marzo último cuando desestimó un recurso en contra de la jueza Mariana Mota por el procesamiento del ex coronel Carlos Calcagno en el caso de desaparición de Nelson Santana y Gustavo Inzaurralde. Los defensores del militar, con el apoyo público del ex presidente Jorge Batlle y el ex vicepresidente Gonzalo Aguirre, acusaron a la jueza de pretender que el coronel se “autoincriminara”. Otro tanto ocurre con la muerte de Nibia Sabalsagaray, por la que el general Miguel Ángel Dalmao fue procesado como cómplice de homicidio por negarse a decir quién fue el autor material del crimen.
La decisión que en la materia adopte la SCJ, puede desechar los ya anunciados reclamos de inconstitucionalidad contra la ley interpretativa de la caducidad que se está aprobando, y resolver, a la vez, la discusión sobre si en noviembre próximo prescribirían o no buena parte de las causas por violaciones a los derechos humanos. Si el sistema judicial uruguayo admite definitivamente la tipificación de crímenes de lesa humanidad –que sólo se mantiene hoy en la causa contra el dictador Juan María Bordaberry- el país se habrá incorporado a la modernidad de la persecución delictiva como establecen convenciones y organismos internacionales.


ASUNTOS PENDIENTES

En los juzgados penales, mientras tanto, se aguarda sin mayor expectativa la presentación de nuevas denuncias penales por violaciones a los derechos humanos, mientras se continúa con los casos del homicidio del estudiante Ramón Peré, la muerte de Cecilia Fontana de Heber, el Caso Gelman, las desapariciones de Horacio Gelós Bonilla y Julio Castro, el secuestro de los niños Julién Grisonas, una causa por 19 muertes por tortura, el caso de los Fusilados de Soca y la denuncia por torturas en Boisso Lanza presentada por el colectivo de ex presos políticos nucleados en Crysol.
Entre las causas que se presume pueda pedirse la reapertura judicial una vez anulada la ley de caducidad, se encuentran todos los casos de desaparecidos en Uruguay (Carlos Arébalo, Luis Arigón, José Arpino Vega, Oscar Baliñas, Ricardo Blanco, Eduardo Bleier, Juan Brieba, Julio Correa, Oscar De Gregorio, Claudio y Lila Epelbaum, Julio Escudero, Luis Eduardo González, Mónica Grispón y Claudio Logares, Miguel Mato Fagián, Fernando Miranda, Otermín Montes de Oca, Félix Ortiz, Antonio Paitta, Amelia Sanjurjo y Oscar Tassino), el homicidio de Diana Maidanik, Laura Raggio y Silvia Reyes, como las circunstancias en las que murieron 116 personas durante la dictadura.
La anulación de la ley y la reapertura de las causas es analizada por los servicios de inteligencia uruguayos que tienen “bajo observación” a una serie de grupos de ex militares o de confesa definición nazi que podrían realizar “acciones militares” –según ya adelantó Caras&Caretas- en algunas fechas claves como el pasado 14 de abril (Día de los caídos en la lucha contra la subversión por el que ayer se realizaban dos actos públicos), el 19 de abril (en relación a la robada Bandera de los 33 Orientales), el 20 de abril (natalicio de Adolfo Hitler) o el 18 de Mayo (Día del Ejército y fecha en que fueron muertos cuatro soldados custodios del general Florencio Gravina en 1972).
Entre los “grupos objetivos” que analizan los servicios de inteligencia, se incluyen dos organizaciones nazis identificadas que ya realizaron pintadas en las ciudades de Flores y San Carlos, como la organización de ex oficiales militares de Maldonado que integran los ex represores coroneles José Baudean y Eduardo Ferro (quien ha vuelto a desempeñarse en el turístico Hotel Dunas de Punta del Este) y los ex oficiales Héctor Varela González, Alfredo Campos y Mario Musto, entre otros militares retirados que suelen realizar prácticas de combate y tiro en un polígono de ese departamento.
La anulación de la Ley de Caducidad, a veinticinco años de su aprobación, abre también un debate sobre la democracia que los uruguayos quieren (no pocos piensan ya en una asamblea constituyente), donde la institucionalidad de país, la pluralidad de ideas en el ámbito político, la autonomía en las decisiones del poder judicial y la garantía de la seguridad pública, terminarán de establecer el esperado final de la larga transición vivida desde los años de la dictadura cívico militar, para dar comienzo a una nueva etapa sin impunidad en la que se asegure que aquello no ocurra nunca más.


lunes, 11 de abril de 2011

La patología del lucro y el planeta desechable

La patología del lucro y el planeta desechable


Global Research


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Hace algunos años en Nueva Inglaterra un grupo de ecologistas preguntó a un ejecutivo corporativo cómo podía justificar su compañía (una fábrica de papel) el vertido de sus aguas usadas sin tratar a un río cercano. El río –que la Madre Natura había tardado siglos en crear– se utilizaba como agua potable, para pescar, pasear en bote y natación. En pocos años la fábrica de papel lo había convertido en una cloaca abierta altamente tóxica.
El ejecutivo se encogió de hombros y dijo que el vertido al río era la manera más económica de eliminar los desechos de la planta. Si la compañía tuviera que absorber el coste adicional de tratar el agua, podría perder su ventaja competitiva y entonces tendría que cerrar o irse a un mercado laboral más barato, lo que llevaría a una pérdida de puestos de trabajo para la economía local.
Libre mercado sobre todo
Era un argumento familiar: a la compañía no le quedaba otra alternativa. Se veía obligada a actuar de esa manera en un mercado competitivo. El negocio de la fábrica no era proteger el medioambiente, sino obtener un beneficio, el mayor beneficio posible, la rentabilidad más elevada. El beneficio es el nombre del juego, los dirigentes lo dejaron cuando los presionarion al respecto. El propósito decisivo de los negocios es la acumulación de capital.
Para justificar su inquebrantable ansia de beneficios, EE.UU. corporativo promueve la clásica teoría del laissez-faire, que afirma que el libre mercado –una congestión de empresas no reguladas y desbocadas que persiguen todas de manera egoísta sus propios objetivos– está gobernado por una benévola “mano invisible” que produce milagrosamente resultados óptimos para todos.
Los partidarios del libre mercado tienen una fe profunda, permisiva, en el laissez-faire, porque es una fe que les resulta muy útil. Significa que no hay supervisión gubernamental, que no tienen que rendir cuentas por los desastres ecológicos que perpetran. Como codiciosos niños consentidos, son rescatados una y otra vez por el gobierno (¡qué libre mercado!), para que puedan seguir tomando riesgos irresponsables, saqueando la tierra, envenenando los mares, enfermando a comunidades enteras, devastando regiones completas y embolsando ganancias obscenas.

Este sistema corporativo de acumulación de capital trata los recursos que sustentan la vida de la Tierra (tierras arables, aguas subterráneas, zonas húmedas, follajes, bosques, pesquerías, fondos del océano, bahías, ríos, calidad del aire) como si fueran ingredientes desechables presuntamente ilimitados que se pueden consumir o envenenar a voluntad. Como BP demostró a la perfección en la catástrofe del Golfo de México las consideraciones del coste tienen un peso muy superior a las consideraciones de seguridad. Como concluyó una investigación del Congreso de EE.UU.: “Una y otra vez, se ve que BP tomó decisiones que aumentaron el riesgo de un reventón para ahorrar tiempo o dinero a la compañía”.
Por cierto, la función de la corporación transnacional no es promover una ecología sana, sino extraer tanto valor comercializable del mundo natural como sea posible, incluso si significa tratar el entorno como un tanque séptico. Un capitalismo corporativo en permanente expansión y una ecología frágil, finita, van por un camino calamitoso de colisión, hasta el punto que ponen en peligro los sistemas de apoyo de toda la ecosfera, la delgada capa de aire fresco, agua y capa vegetal de la Tierra.
No es verdad que los intereses políticos-económicos que riegen estén en un estado de negación al respecto. Mucho peor que la negación: han mostrado un antagonismo directo frente a los que piensan que nuestro planeta es más importante que sus beneficios. Por lo tanto difaman a los ecologistas como “ecoterroristas”, “Gestapo de la EPA” [EPA=Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., N. del T.], “alarmistas del Día de la Tierra”, “abraza-árboles” y creadores de “histeria verde”.

En una enorme desviación de la ideología de libre mercado, la mayoría de las diseconomías del gran dinero se descargan sobre el público en general, incluidos los costes de eliminar desechos tóxicos, controlar la producción, eliminar efluentes industriales (que componen entre 40 y 60% de las cargas tratadas por las plantas municipanes de alcantarillado financiadas por el contribuyente), el coste de desarrollar nuevas fuentes de agua (mientras la industria y la agroindustria consumen un 80% del suministro diario de agua de la nación) y los costes de tratar la enfermedad y los desórdenes causados por toda la toxicidad creada. Mientras transfiere regularmente al gobierno muchas de esas diseconomías, el sector privado luego alardea de su rentabilidad superior en comparación con el sector público.

Los súper ricos son diferentes
¿No amenaza la salud y la supervivencia de los plutócratas corporativos el desastre ecológico tal como lo hace con nosotros, ciudadanos de a pie? Podemos comprender los motivos por los cuales los ricos corporativos pueden querer destruir las viviendas sociales, la educación pública, la seguridad social, Medicare y Medicaid. Recortes semejantes nos acercarían más a una sociedad de libre mercado desprovista de los servicios humanos “socialistas” financiados con fondos públicos que los reaccionarios ideológicos detestan, y recortes semejantes no privarían en nada a los súper ricos y sus familias. Los súper ricos tienen más que suficiente riqueza privada para procurarse cualquier servicio y protección que necesiten.
Pero el medio ambiente es algo diferente, ¿verdad? ¿No habitan los reaccionarios acaudalados y sus lobistas corporativos en el mismo planeta contaminado que todos los demás? ¿No comen los mismos alimentos plagados de químicos e inhalan el mismo aire envenenado? En realidad no viven exactamente como los demás. Viven en una realidad diferente, a menudo residen en sitios en los que el aire es mucho mejor que en áreas de bajos o medianos recursos. Tienen acceso a alimentos cultivados orgánicamente y especialmente transportados y preparados.
Los vertederos tóxicos y autopistas de la nación generalmente no están situados dentro o cerca de sus ostentosos vecindarios. De hecho, los súper ricos no viven en vecindarios propiamente tales. Usualmente viven en terrenos con muchas áreas arboladas, arroyos, praderas y sólo unas pocas calles de acceso bien controladas. Sus árboles y jardines no se fumigan con pesticidas. Las talas indiscriminadas no arrasan sus ranchos, tierras, bosques familiares, lagos y centros de vacaciones de primera.

A pesar de todo, ¿no deberían temer la amenaza de un apocalipsis ecológico provocado por el calentamiento global? ¿Quieren ver que la vida en la Tierra, incluidas sus propias vidas, se destruye? A largo plazo, ciertamente se estarán condenando ellos mismos junto con todos los demás. Sin embargo, como todos nosotros, no viven a largo plazo, sino solo en el presente. Y lo que está en juego ahora mismo para ellos es algo más cercano y más urgente que la ecología global; los beneficios globales. La suerte de la biosfera parece una abstracción remota en comparación con la suerte de las propias –y enormes– inversiones.
Con el ojo puesto en las pérdidas y ganancias, los dirigentes del gran dinero saben que cada dólar que una compañía gasta en cosas estrafalarias como la protección medioambiental es un dólar menos en ganancias. Distanciarse de combustibles fósiles y orientarse hacia la energía solar, eólica y mareomotriz podría ayudar a evitar el desastre ecológico, pero seis de las diez principales corporaciones industriales del mundo están involucradas primordialmente en la producción de petróleo, gasolina y vehículos a motor. La contaminación debida a los combustibles fósiles produce miles de millones de dólares en ingresos. Los grandes productores están convencidos de que las formas ecológicamente sustentables de producción amenazan con comprometer esas ganancias.
Las ganancias inmediatas para sí mismos son una consideración mucho más apremiante que una futura pérdida compartida por el público en general. Cada vez que uno conduce su coche, coloca su necesidad inmediata de llegar a algún sitio sobre la necesidad colectiva de evitar la contaminación del aire que respiramos todos. Lo mismo pasa con los grandes protagonistas: el coste social de convertir un bosque en un páramo tiene poco peso en comparación con la ganancia inmensa e inmediata que proviene de la recolección de la madera y del logro de un buen montón de dinero. Y siempre se puede justificar mediante la racionalización: hay muchos bosques más que la gente puede visitar; no necesita éste; la sociedad necesita madera; los leñadores necesitan trabajo, etc.
El futuro es ahora
Algunos de los mismos científicos y ecologistas que consideran que la crisis ecológica es urgente nos advierten de manera algo irritante de una catastrófica crisis climática para “finales de este siglo”. Pero hasta entonces faltan unos noventa años, cuando todos nosotros y la mayoría de nuestros hijos estemos muertos, lo que hace que el calentamiento global sea un problema mucho menos urgente.
Hay otros científicos que logran ser aún más irritantes cuando nos advierten de una crisis ecológica inminente y luego la postergan aún más. “Tendremos que dejar de pensar en términos de eones y comenzar a pensar en términos de siglos”, dijo un sabio científico citado en The New York Times en 2006. ¿Se supone que esto nos va a poner en estado de alerta? Si una catástrofe global tuviera lugar dentro de un siglo o varios siglos, ¿quién va a tomar hoy las decisiones terriblemente difíciles y costosas cuyos efectos se sentirán dentro de tanto tiempo?
A menudo nos dicen que pensemos en nuestros queridos nietos, que serán las víctimas de todo esto (un llamado hecho usualmente en un tono suplicante). Pero a la mayoría de los jóvenes a los que me dirijo en los campus universitarios les cuesta imaginar el mundo en el que sus nietos inexistentes vivirán dentro de treinta o cuarenta años.
Hay que olvidar semejantes llamados. No nos quedan siglos o generaciones, ni tampoco muchas décadas antes que llegue el desastre. La crisis ecológica no es una urgencia distante. La mayoría de los que estamos vivos en la actualidad no tendremos probablemente el lujo de decir “después de mí, el diluvio” porque todavía estaremos presentes para vivir nosotros mismos la catástrofe. Sabemos que esto es verdad porque la crisis ecológica ya nos afecta con un efecto acelerado y agravado que pronto podría ser irreversible.
La locura de la codicia
Desgraciadamente, el medio ambiente no se puede defender. Es cosa nuestra protegerlo, o lo que quede de él. Pero todo lo que quieren los súper ricos es seguir transformando la naturaleza viviente en mercancías y las mercancías en capital muerto. Los desastres ecológicos inminentes no tienen mucha importancia para los saqueadores corporativos. No tienen una medida para la naturaleza viviente.

La riqueza se hace adictiva. La fortuna abre el apetito de todavía más fortuna. No hay límite para la cantidad de dinero que alguien pueda querer acumular, impulsado por auri sacra fames, el maldito hambre de oro. Por lo tanto, los adictos al dinero se apoderan de más y más, más de lo que pueden gastar en mil vidas de ilimitada indulgencia, impulsados por lo que comienza a parecer una patología obsesiva, una monomanía que borra toda otra consideración humana.
Están más y más ligados a su riqueza que a la tierra en la que viven, más preocupados por la suerte de sus fortunas que por la suerte de la humanidad, tan poseídos por su afán de de beneficios que no ven el desastre que amenaza. Hubo una caricatura del New Yorker que mostraba a un ejecutivo corporativo parado ante un atril dirigiéndose a una reunión empresarial con estas palabras: “Y así, cuando el escenario del fin del mundo esté plagado de horrores inimaginables, creemos que el período antes del fin estará repleto de oportunidades de beneficios sin precedentes”.
No es un chiste. Hace años señalé que los que negaban la existencia del calentamiento global no cambiarían de opinión hasta que el propio Polo Norte comenzara a derretirse. (Nunca esperé que realmente comenzara a derretirse durante mi vida.) Hoy enfrentamos una fusión ártica que involucra horrendas consecuencias para las corrientes del golfo oceánicas, los niveles del agua en las costas, toda la zona templada del planeta y la producción agrícola del mundo.
Por lo tanto, ¿cómo reaccionan los capitanes de la industria y de las finanzas? Como era de esperar: como especuladores monomaníacos. Escuchan la música: aprovechar, aprovechar. Primero, el derretimiento de Ártico abrirá un paso directo al noroeste entre los dos grandes océanos, un sueño más viejo que [la expedición de] Lewis y Clark. Eso posibilitará rutas comerciales más cortas, más accesibles y menos costosas. Ya no habrá que avanzar con dificultad por el Canal de Panamá o por el Cabo de Hornos. Los costes reducidos de transporte significan más comercio y más beneficios.
Segundo: señalan alegremente que el derretimiento abre vastas nuevas reservas petrolíferas a la perforación. Podrán perforar y perforar más del mismo combustible fósil que causa precisamente la calamidad que sobreviene. Más derretimiento significa más petróleo y más beneficios; es el mantra de los libres mercaderes que piensan que el mundo solo les pertenece a ellos.
Imaginad ahora que estuviésemos todos dentro de un gran autobús que circula velozmente por una carretera que termina en una caída fatal por un profundo precipicio. ¿Qué hacen nuestros adictos a las ganancias? Corren frenéticamente por todo el pasillo, vendiéndonos almohadas contra golpes y cintos de seguridad a precios exorbitantes. Ya habían calculado esa oportunidad comercial.
Tenemos que alzarnos de nuestros asientos, colocarlos rápidamente bajo supervisión adulta, correr al frente del autobús, apartar rápidamente al conductor, agarrar el volante, reducir la velocidad del autobús y dar media vuelta. No es fácil, pero todavía puede ser posible. En mi caso, es un sueño recurrente.
© Copyright Michael Parenti, Truthout, 2011

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=24232
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