lunes, 13 de diciembre de 2010

La basura debajo de la alfombra o la falta de confianza en el pueblo

La basura debajo de la alfombra

Falta de confianza en el pueblo



Estamos viviendo en nuestro país hechos cruciales que pueden tener gran repercusión sobre su futuro, en el sentido de que su interpretación errada puede producir grandes confusiones y desorientar la lucha popular por justicia social y redistribución equitativa del poder.
Nos apresuramos a realizar algunas puntualizaciones sobre cuestiones esenciales para tratar de contribuir al debate de estos días, aun a riesgo de que nuestras reflexiones merezcan correcciones que nos preparamos a aceptar humildemente.




En primer lugar:
- la herramienta de la huelga, utilizada en esta instancia por ADEOM no debe caer en la rutina irreflexiva y debe examinar cuidadosamente los resultados políticos de la misma. O sea, que se deben de tratar de eliminar medidas de lucha rutinarias que afecten a la población antes que dañar a los patrones, que es su efecto deseado. Para ser más concretos, nos imaginamos, tal vez ingenuamente, por ejemplo, la acumulación de basura sin recoger afectando selectivamente a poderosos y no al pueblo en general y concitando la simpatía del mismo. Nos imaginamos también un paro del transporte no cobrando boleto y, en cambio, repartiendo folletos explicativos sobre los motivos del gremio en cuestión y no dejando a la población a pie. Nos imaginamos grupos de acción directa organizados por los sindicatos apoyando a medidas de los mismos y atacando asimismo intereses de los poderosos de alguna manera.
Por el otro lado:
- nos imaginamos a una fuerza política popular recurriendo a la organización de sectores del pueblo para combatir los flagelos que afectan a todos; en materia de seguridad a brigadas populares coadyuvando con la policía; a grupos de voluntarios, que en este caso de la huelga de ADEOM no faltaron, por cierto, ayudando a los obreros del sindicato a recoger la basura y a eliminar los focos de contaminación. Nos imaginamos a un gobierno popular que impulse la solidaridad de clase con los trabajadores y la participación y no implementando medidas de fuerza contra los mismos ni alentando desde las tribunas oficiales enemistades entre diferentes sectores del pueblo. Nos imaginamos a un gobierno popular que se apoye en las masas y no en  un aparato militar cuya contaminación con ideas prepotentes e imperialistas está probada históricamente y que jamás ha abjurado de las mismas y a un gobierno popular que impulse la aplicación de la justicia y no aliente una vuelta a la espiral represiva que vivió nuestro país en particular a partir del gobierno cripto-dictatorial de la ridícula e infame copia de fascista de Pacheco Areco.


Cuando un gobierno elige declaradamente apoyarse en nuestras perniciosas fuerzas armadas que no son otra cosa que “la prolongación de las que había en la dictadura”, está ya manifestando implícitamente su falta de confianza en el pueblo.

Ricardo Ferré




lunes, 15 de noviembre de 2010

Oposición a la anulación: algo huele a podrido

Oposición a la anulación: algo huele a podrido




Asco y vergüenza: Uruguay ante la corte internacional de derechos humanos... La CAP-L no apoya el proyecto del FA sobre anulación interpretativa...
 Hay algo que impida que se procure la anulación por vía interpretativa y de todos modos en algún momento más o menos cercano se vuelva a plebiscitar de forma honesta la anulación?
Algo huele a podrido





Asco, vergüenza y tristeza

Asco, vergüenza y tristeza






¡Y pensar que nos habríamos dejado matar por el Ñato!
Cuando los rehenes, los "viejos", volvieron de los cuarteles al Penal de Libertad, decenas de los hombres más endurecidos de nuestro país, los que habían soportado los peores tormentos por sus ideales de justicia, los que habían traspasado en la barca de Caronte el crisol de la muerte, se pusieron de pie y los aplaudieron desafiando a los verdugos. Y entre los "viejos" estabas vos, Ñato...






Ricardo Ferré


viernes, 5 de noviembre de 2010

Disolver las FFAA de Uruguay

Disolver las FFAA de Uruguay


Según un estudio realizado por el politólogo argentino Rosendo Fraga a partir de datos oficiales de cada país, el factbook de la CIA y estudios de la Cepal, Uruguay es el país de América Latina con mayor cantidad de efectivos militares en relación a su población. Su presupuesto de Defensa Nacional, en relación al PBI, ocupa el octavo lugar, según dicho informe, aunque medido por habitante, el gasto en las fuerzas militares uruguayas es el segundo de América Latina. Respecto al gasto militar per. cápita, el promedio regional el año pasado fue de US$ 46,04 por habitante. En 2003 Chile invirtió US$ 90,98, Uruguay ocupó el segundo lugar con US$ 51,82 y Brasil fue tercero con US$ 51,55. (Ver El Observador, sección URUGUAY, 31-03-04).En la lista de cantidad de efectivos militares que ofrece, por ejemplo las fuentes citadas y Wikipedia, Uruguay, En la lista de cantidad de efectivos militares que ofrece, por ejemplo las fuentes citadas y Wikipedia, Uruguay, con más de 9 (9,4 corrigiendo por las cifras reales actuales) , ocupa el puesto 21 de todos los países del mundo. Para comparar un poco, Israel está en el tercer lugar con 24,4 por mil, Rusia en el lugar 30 con 7,3 por mil y EEUU en el puesto 41 con 5,1 por cada mil habitantes.
De los países de América Latina, naturalmente Colombia tiene una cifra alta a causa del enfrentamiento con la guerrilla FARC y el narcotráfico, pero está muy detrás de Uruguay con tan sólo 6,5 por mil y está colocada en el lugar 33 de la lista. Para tener referencias aun más cercanas podemos mencionar que Brasil con 1,6 está en el lugar 127, Chile en el 72 con 3,6 y Argentina en el lugar 122 con 1,8.

Traduciendo las cifras a palabras, Uruguay tiene casi seis veces más militares que sus vecinos Argentina y Brasil con respecto a su población.
Ahora bien, preguntémonos para qué tenemos esta cantidad desmesurada de efectivos militares, con los gastos consiguientes.
Una guerra convencional con los posibles agresores, o sea Argentina, Brasil o EEUU mediante sus infantes de marina, que han incursionado repetidamente por diferentes países latinoamericanos, no es posible.
Si se tratara de una guerra de resistencia contra alguno de estos tres posibles agresores, nuestras fuerzas armadas obviamente no están preparadas ni militarmente ni psicológicamente para esta tarea, y además carecen totalmente de experiencia de combate efectivo, salvo los grupos minoritarios que han participado de conflictos como tropas de paz de las Naciones Unidas.

Entonces, ¿para qué gasta el país, de los bolsillos del pueblo uruguayo, un millón de dólares diarios en estas fuerzas armadas?
El presidente Mujica lo ratificó claramente en la base de Santa Bernardina en Durazno: garantizar la estabilidad institucional de la nación.
Ahora bien: ¿a qué se refiere el presidente? Parece bastante evidente que no se refiere a mantener la vigencia de la constitución, quebrada por los militares no hace tantos años y por la que sus voceros no parecen prestarle más que una atención retórica.
¿A qué estabilidad institucional entonces están dedicadas a mantener estas fuerzas armadas?
Cabe colegir la única posibilidad, usando parcialmente el método de descartar otras que no parecen lógicas, una especie de ad absurdum matemático: que están para garantizar que la clase dominante, los terratenientes, las pocas familias que tienen el poder económico y las empresas nacionales y extranjeras que detentan la propiedad de medios de producción y de comunicación sigan gozando de los mismos privilegios.

Esta tesis está confirmada por la actuación de los militares en años oprobiosos recientes en la memoria popular cuando pudieron desarrollar sus técnicas. Usaron todos los medios para aterrorizar a los que quisieron cambiar las estructuras de poder: tortura, prisión, violaciones, asesinatos, desapariciones, secuestro y venta de los niños hijos de los “subversivos”.
En pocas palabras: el pueblo uruguayo mantiene casi a 1 militar cada cien habitantes a un costo de un millón de dólares diarios como amenaza a los que tengan como idea cambiar las estructuras de poder.
Es necesario entonces disolver las actuales fuerzas armadas y refundarlas con la mentalidad de verdadera defensa nacional, de nuestros recursos naturales y humanos; fuerzas armadas populares con auténtico cariño por nuestro pueblo humilde.

Ricardo Ferré

Foto de Héctor Rodríguez Cacheiro


viernes, 15 de octubre de 2010

John le Carré: el espía vs. Tony Blair

John le Carré: desenmascarando a los traidores
Publicado el 14 de octubre de 2010
columna amy goodman

Por Amy Goodman
John le Carré, el ex espía británico que se convirtió en autor de novelas de espionaje, le ha dedicado duras palabras a Tony Blair. A más de siete años de la invasión a Irak, el ex primer ministro británico, que ahora no ocupa ningún cargo y se encuentra de gira por el mundo promocionando sus memorias políticas, se suele enfrentar a graves protestas durante la firma de ejemplares de su libro.
Cuando estuve en Londres recientemente, John le Carré me dijo: “No puedo entender que Blair tenga una vida pública y tal vez un futuro político aún. Me parece que un político cualquiera que haya llevado a su país a la guerra utilizando pretextos falsos ha cometido el máximo pecado. Creo que una guerra, en la que nos negamos a aceptar el número de personas que hemos matado, es una guerra de la que deberíamos estar avergonzados. Siempre hay que tener cuidado con eso. No hablo como un profeta, supongo que simplemente hablo como un ciudadano enojado. Pienso que es cierto que hemos causado daños irreparables en Medio Oriente y creo que vamos a tener que pagar por ello por largo tiempo.”
Estábamos sentados en un estudio de televisión en una de las orillas del Támesis, con vista a dos de sus antiguos lugares de trabajo: el MI5, el Servicio de Seguridad Interior, y el MI6, el Servicio Secreto de Inteligencia británico, que opera a nivel internacional (equivalentes al FBI y la CIA de Estados Unidos). John le Carré es el seudónimo bajo el que escribe David Cornwell que fue espía desde finales de la década de 1950 hasta principios de la de 1960. Comenzó a escribir novelas y tuvo que elegir un seudónimo debido a su trabajo como espía. Tenía su base en Alemania cuando en 1961 vio cómo se elevaba el Muro de Berlín, lo que lo motivó a escribir su tercera novela: “El espía que surgió del frío”, que luego se convirtió en un best-seller en todo el mundo.
La novela se publicó en momentos en que otro autor británico de novelas de espionaje, Ian Fleming, disfrutaba del éxito de la reconocida serie de ficción del espía británico James Bond. A diferencia de los extravagantes personajes y la acción sin límites de los libros y películas de Bond, los personajes de las novelas de le Carré son sujetos desolados, involucrados en actos de engaños deshonestos y violencia deliberada. Con la atención del mundo puesta en el Muro de Berlín y la crisis de los misiles en Cuba, le Carré cautivó al público del mundo entero al mostrar la cruda realidad del espía en el frente de batalla de la Guerra Fría.
Cuando la Guerra Fría llegó a su fin, le Carré continuó su prolífica carrera de escritor, fue cambiando el foco de su escritura acercándose cada vez más a temas como las desigualdades de la globalización, el poder corporativo multinacional sin restricciones y la frecuente confluencia de los intereses corporativos y las actividades de los servicios nacionales de espionaje.
Quizás una de las más conocidas de sus últimas novelas sea “El jardinero fiel”, que trata de una compañía farmacéutica que utiliza, sin su consentimiento, a personas de Kenya para realizar peligrosas pruebas de una droga experimental que en ocasiones pueden resultar mortales. Le Carré explica: “Las cosas que se hacen en nombre del accionista son, desde mi punto de vista, tan escalofriantes como las cosas que se hacen, permítanme decirlo, en nombre de Dios.” Como muchas de sus novelas, “El jardinero fiel” tuvo su traspaso al cine y se convirtió en una película muy popular, protagonizada por Ralph Fiennes y Rachel Weisz.
Le Carré ha escrito con frecuencia acerca de África: “Es donde he visto a la globalización en funcionamiento. Es un panorama bastante feo. Es una fantasía de reunión de directorio. Lo que significa en verdad es la explotación de mano de obra muy barata, y con frecuencia también el desastre ecológico que lleva consigo, la creación de mega ciudades y el fin de la cultura agraria y tribal.”
Su último libro (el vigésimo segundo), publicado esta semana, se llama “Un traidor como los nuestros.” Se trata de una ficción sobre un conjunto de banqueros londinenses y sus protectores en el parlamento que se confabulan con la mafia rusa para apuntalar la resquebrajada economía mundial por medio del lavado de cientos de miles de millones de dólares provenientes de ganancias criminales.
En 2003, antes de la invasión a Irak, le Carré participó de las manifestaciones contra la guerra junto a, según cifras estimativas, más de un millón de personas: “Nos detuvimos. Estábamos muy juntos y con la mirada puesta en Downing Street, donde está la residencia del Primer Ministro. Parecía que nadie iba a decir nada, pero la voluntad del pueblo se hizo oír en una especie de grito salvaje. Traté de imaginarme lo que debe haber sido para Blair estar sentado dentro de ese edificio y oír aquel sonido. Era como un grito inmenso, como esos que surgen de un partido de fútbol o algo así, donde en realidad no se verbaliza nada, como si fuera un sonido animal. Creo que siempre se recordará de él que nos llevó a la guerra, como percibe mucha gente, a fuerza de mentiras.”
Le Carré me dijo que no comprará el libro de Blair pero que tiene algunas preguntas para hacerle: “¿Vio alguna vez lo que ocurre cuando una granada cae en una escuela? ¿Realmente sabe lo que hace cuando ordena emplear la estrategia de ‘impacto e intimidación’? ¿Está preparado para ponerse de rodillas al lado de un soldado que está muriendo y explicarle por qué fue a la guerra de Irak?”
Le Carré resumió lo que considera el problema central de los poderes mundiales, especialmente del poder británico y estadounidense: “Las víctimas nunca olvidan. Los vencedores sí. Olvidan muy rápido.” Por eso, a los 80 años, John le Carré continúa escribiendo, captando el interés de los lectores en su búsqueda de lo que él llama “la gran verdad.”
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2010 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Por El polvorín - Publicado en: Politica - Comunidad: POLITICA Y PSICOLOGIA


lunes, 11 de octubre de 2010

Contra la escritura letrada de Vargas Llosa

Contra la escritura letrada de Vargas Llosa




No creo que el Premio Nobel de literatura o los premios literarios en general tengan ninguna legitimidad. No me interesa por tanto discutir si el premio Nobel de literatura a Vargas Llosa es justo o injusto, es simplemente tan arbitrario como todos los demás. Lo que me interesa explorar es el modo en el que amplios sectores de izquierda parecen asumir explícita o implícitamente que Vargas Llosa es un intelectual orgánico de la internacional neoliberal conservadora, un esbirro del imperio y, al mismo tiempo, el autor de algunas novelas de indudable valor literario. Algunos son incluso más específicos y añaden que sus mejores novelas son aquellas que publica en su primera época, antes de su ruptura con la revolución cubana y de abandonarse a un tipo de escritura eminentemente comercial y oportunista. Esta concepción de la obra de Vargas Llosa asume sin discutirlo nunca que el estilo, la calidad literaria o la literatura en general están al margen de la realidad, au dessus de la mêlé. Pero la literatura, como cualquier otro discurso, está no sólo inserta en la realidad, sino que es un modo de construir, conocer y atravesar esa realidad. Por eso, no hay estilo inocuo ni estética literaria que no esté siempre ya determinada por todas las tensiones del poder: el fondo y la forma son inseparables y están abocados a producir efectos ideológicos.En América Latina, nadie como Ángel Rama entendió las estrechas conexiones de la literatura con las estructuras de poder, dominación y explotación que constituyen la historia de la región desde la colonia a la formación de los estados modernos. Rama teoriza las relaciones entre escritura y poder a partir de la figura del letrado, una singular versión del intelectual orgánico gramsciano. Para el critico uruguayo, la escritura desempeña un papel fundamental en América Latina, porque desde la conquista en adelante, son sólo una minoría los intelectuales que tienen el privilegio de acceder a la escritura y lo hacen siempre en contraposición a las culturas orales precolombinas y sus particulares formas de entender el lenguaje y la historia. A partir de la independencia y con mayor ímpetu todavía con la llegada de la modernidad, el letrado latinoamericano se transforma en una suerte de mediador entre el Estado y las clases subalternas. El letrado es, por tanto, traductor y representante de las clases subalternas en su proceso de integración a los procesos de modernidad en América Latina. Esta particular singladura está en el corazón, por ejemplo, de toda la literatura indigenista del continente. El escritor indigenista está entre el Estado y las masas de indígenas tratando de imaginarles un lugar en el corazón de la patria tras siglos de invisibilidad, explotación y opresión. Esta importante y ambivalente posición de representantes de "los sin voz" que ocupan los escritores letrados en América Latina es crucial para entender la producción literaria y cultural.
En este sentido, cabe decir que Mario Vargas Llosa es un escritor letrado por definición y, no sólo eso, es un escritor letrado que siempre o casi siempre ha escrito a favor del poder de las clases dominantes, primero en América Latina y más tarde a nivel global. Esta adscripción al poder constituido se puede leer en novelas a priori tan alejadas de la política como La tía Julia y el escribidor (1977). La novela, escrita en clave autobiográfica, cuenta la historia de "Varguitas" un joven escritor latinoamericano que se inicia en la literatura y en el amor con una turgente tía suya, a pesar y contra los valores burgueses de su familia. Pero la novela es también la historia de Pedro Camacho, un “escribidor” boliviano de guiones de radionovela que inicia a “Varguitas” en la escritura. Al cabo de escribir tantos folletines, Camacho acaba volviéndose loco y produciendo un discurso delirante, donde el folletín, la realidad y la ficción se vuelven inoperativos. Por tanto, lo que esta en juego no es sólo la iniciación del joven escritor, sino la autoridad del letrado sobre la cultura popular oral, lo que la novela produce es la distinción entre el escritor letrado con capital simbólico y el escribiente popular sin capital cultural ni legitimidad, el otro abyecto.
Esta obsesión por ejercer y reclamar la autoridad del escritor letrado sobre las clases subalternas aparece en infinidad de novelas de Vargas Llosa y llega a su clímax con la publicación de El Hablador (1987), novela que vuelve a mezclar dos planos narrativos y dos voces, la del hablador y la del escritor letrado. El “hablador” es una figura clave en las culturas indígenas de la amazonía, porque es el encargado de preservar y actualizar la historia de la comunidad, una suerte de archivo oral andante. A medida que avanza la novela la contraposición entre oralidad y escritura se acentúa y se vuelve más violenta, hasta que descubrimos que, en realidad, el “hablador” es, Saúl Zuratas, un compañero de facultad del escritor/narrador. Zuratas, apodado “Mascarita” por una mancha oscura que le cubre la mitad de la cara y por su cabello endiablado y pelirrojo era famoso por su fealdad, era hijo de un judío y una criolla. Así de crudo y poco sofisticado: Zuratas se interesa en las culturas indígenas porque es feo. De hecho, la novela no es más una burda reactualización de la dicotomía civilización y barbarie que inaugura el Facundo del escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento. Los indios, para Vargas Llosa, representan simplemente la barbarie y el atraso. Tal y como expresara con singular brutalidad en un artículo publicado en la revista norteamericana Harper’s: “Questions of Conquest: What Columbus Wrought and What He Did Not”, el precio que debe pagar Perú por el desarrollo y la modernidad es la extinción de sus culturas indígenas, porque éstas no son más que un lastre antimoderno e irracional.
Vargas Llosa, que seguramente es un lector ferviente de “Kafka y sus precursores”, sabe como Borges que todo escritor se inventa su propia genealogía literaria. Por eso, además de desplazar continuamente la oralidad, la cultura popular y el indigenismo, el escritor hispano-peruano, como lo llama El País , también está obsesionado por ejercer su autoridad y desplazar a otros escritores, sobre todo a aquéllos que han puesto su escritura a favor de la revolución y de los excluidos (los otros letrados). La guerra del fin del mundo (1981) es ejemplar en este sentido, porque se trata de una reescritura de la novela Os Sertoes (1902), del escritor brasileño, Euclides da Cunha. Las dos novelas cuentan la historia de Antonio Consejero, una especie de líder religioso-político de Canudos que forma una comunidad que suprime, entre otras cosas, el dinero y el sistema métrico decimal. Los rebeldes de Canudos, los más desposeídos y olvidados del Brasil, se resisten a la dominación del Estado liberal hasta que el ejército les aniquila. Sin embargo, mientras que Euclides da Cunha se esfuerza en intentar comprender Canudos como una forma de "cotrarracionalidad" y resistencia al Estado liberal, Vargas Llosa construye a los rebeldes como obstinados místicos milenaristas y transforma a da Cunha en un periodista ciego. Apoyar la revolución produce ceguera política.
Pero no sólo son da Cunha o García Márquez, ningún escritor inquieta y preocupa tanto a Vargas Llosa como José María Arguedas. Arguedas era quechuahablante y su literatura, al contrario que la de Vargas Llosa, se movió siempre en una tensión entre dos mundos, dos lenguas y dos historias; El Zorro de arriba y el zorro de abajo, como tituló su última novela. Arguedas, como José Carlos Mariátegui aunque de manera diferente, no vio en las culturas indígenas una rémora, sino la posibilidad misma del comunismo incaico, de una sociedad y una modernidad asentadas sobre el comunitarismo y no sobre el genocidio cultural y físico de los indígenas. Si, como Borges imaginó en “La biblioteca de babel”, todo libro tiene su contralibro, sin duda el contralibro de la Ciudad y los Perros (1962)  es Los ríos profundos (1956). Mientras que La ciudad y los perros es el relato iniciático de la burguesía limeña, Los ríos profundos es el relato iniciático de un sujeto cuzqueño radicalmente mestizo y utópicamente bicultural; mientras que la Ciudad y los perros está escrita en el español de la clase media limeña, Los ríos profundos está escrita un español liberado de sus trabas por la sintaxis del quechua; mientras el protagonista de La ciudad y los perros se debate entre sus amores y su solidaridad con “el esclavo”, Ernesto, el protagonista de Los ríos profundos , se identifica con la rebelión de las indias chicheras contra la opresión neocolonial; mientras que Arguedas se pegó dos tiros para firmar su última novela, desesperado por las contradicciones de la modernidad andina, Vargas Llosa gana el premio Nobel de literatura.
A Vargas Llosa le preocupa tanto Arguedas que escribió un panfleto infame, La utopía arcaica, cuya única función es desplazar a Arguedas del canon literario peruano para ponerse él. Los ejemplos podrían multiplicarse, podemos pensar muchas cosas de Vargas Llosa, pero no podemos decir, si somos lectores serios y rigurosos, que su literatura se hizo al margen de las voluntades de los poderosos; podemos pensar que es buena literatura, pero no podemos ignorar que su literatura se construyó sobre el desprecio más absoluto a las clases populares latinoamericanas.
(Para Daniel Noemi, por las conversaciones de literatura latinoamericana hasta altas horas de la madrugada en Toronto y por tantos años de lecturas y aprendizajes compartidos).
Luis Martín-Cabrera es profesor asistente del Departamento de Literatura de la Universidad de California, San Diego.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR


domingo, 10 de octubre de 2010

El traicionero Vargas Llosa


Vargas Llosa, el brillante

La Tempestad


En algunos, la mención de su nombre produce espasmos. Un “espíritu incómodo”, lo llaman, apelando a una supuesta lucidez, a una hipotética capacidad crítica. Pero ¿incómodo para quién? No para su admirado amigo José María Aznar, que le ha dado trabajo en su organización neofalangista, la FAES. Ni para El País de Madrid, uno de los medios más mentirosos de la lengua, que lo tiene como columnista estrella. Tampoco para los encuentros que la Internacional Reaccionaria organiza –llamémosle por su verdadero nombre a esa reunión periódica de egresados de la Escuela de las Américas, agentes de la CIA, ex presidentes neoliberales e “intelectuales” como el que nos ocupa–, donde siempre se oye la misma cantaleta: Democracia, Libertad, pero sobre todo Libre Mercado. En una extraña pirueta psíquica, a los liberales les da por sentirse perseguidos, a pesar de ser las comparsas del poder hegemónico: ¡estamos hablando de un miembro de la Comisión Trilateral!

A Mario Vargas Llosa, que hace algunas décadas escribió dos o acaso tres novelas buenas, le sucedió algo extraño en cierto momento de su vida: pretendió pensar. No es, por supuesto, un deseo ilegítimo. Ya decía Descartes que “el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo”, aunque sin duda estaba equivocado. La afirmación es refutada cada vez que Vargas Llosa se acerca al teclado para opinar. Como se sabe, no es potestad universal la producción de ideas. Por desgracia, en el caso del peruano vuelto español ni siquiera las nociones ajenas sirven para pensar: lo suyo es el arte de la repetición servil. Ya Juan José Saer enlistó, cuando Vargas Llosa –en una de sus abundantes páginas negras– se opuso al enjuiciamiento de los militares genocidas de la última dictadura argentina, los componentes de su prosa periodística: “La amalgama, la información trunca, la petición de principio y la pura mitomanía”.

Para medir los alcances del pensamiento de Vargas Llosa sirve cualquiera de sus artículos, pero dejemos de lado sus columnas de opinión política: en ese campo siempre ha sido un lamentable amateur, un servidor puntual del Consenso de Washington. Detengámonos en sus intervenciones culturales, un territorio en el que, presuntamente, algo entiende.

(Antes, brevemente, sólo para alimentar cierto placer obsceno, reparemos en un poema. Su título: “Padre Homero”. No conforme con ser, hoy por hoy, el mejor narrador peruano del siglo XIX, Vargas Llosa se lanza a una nueva aventura: ser un poeta arcaico menor. La primera estrofa es un momento cumbre de la torpeza intemporal: “No sabemos si era uno o muchos. / Ni siquiera sabemos si existió / o lo inventamos / para dar un dueño o una leyenda / a los poemas que fundaron / el mundo en que vivimos.” Homero es imaginado por su pretendido descendiente: “Yo lo adivino / como un viejecito bondadoso / y excéntrico / divirtiendo a niños y ancianos / con fabulosas aventuras / de guerreros y monstruos”. Se inaugura una nueva tendencia, el lirismo liberal.)

A Vargas Llosa le preocupa a últimas fechas lo que percibe como decadencia o banalización de la cultura. En dos conferencias recientes –“La civilización del espectáculo” y “Breve discurso sobre la cultura”– pretende llamar al orden. Finalmente el escritor, que tan convulsas transformaciones ideológicas ha experimentado, se deja ver como lo que es: un conservador, un defensor de la cultura burguesa. El par de textos ayuda a entender por qué, después de haber sido un narrador que valoraba las innovaciones de Faulkner, hoy Vargas Llosa sólo sabe hablar de Victor Hugo. Lo que le preocupa es que, al democratizarse, la cultura (según la entiende su “humanismo”) se esfuma. Esta concepción, profundamente elitista, se explica bien a través del célebre dictum de Benjamin: “No existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie”. Al defender cierta concepción (aristocrática) de la cultura, Vargas Llosa defiende su reverso bárbaro. Piénsese, si no, en su apasionada defensa (¡a posteriori!) de la invasión de Iraq.



La estatura intelectual de Vargas Llosa puede medirse en función de uno de sus temas: el espectáculo. No se trata de comparar un artículo suyo con el célebre libro de Guy Debord, La sociedad del espectáculo (no hay condiciones intelectuales ni morales para hacerlo), sino de contrastar los procedimientos: donde el francés devela el mecanismo por el cual el capitalismo vuelve redituable el tiempo de ocio del trabajador a través del entretenimiento, Vargas Llosa encuentra un efecto de los ataques a la autoridad que formaron parte del movimiento de Mayo del 68: la pulverización de su amada cultura burguesa. ¿Con qué autoridad habla de banalización de la cultura un defensor radical de la economía de mercado, que convierte en mercancía absolutamente todo, incluyendo los libros y la figura del escritor?

El engaño de los medios que privilegian la opinión sobre el pensamiento ha encumbrado a figuras como Vargas Llosa (o incluso a figurines como su hijo Álvaro, ese Vargas Llosa reloaded que dedica su vida a convencer a quien se deja de que todo progresista es un idiota, acaso aterrorizado por la imagen que el espejo le devuelve). Articulista peso mosca, quien ahora lamenta la decadencia de la cultura occidental es la encarnación del más flagrante cinismo. En tanto plumífero de las peores causas, su prosa escolar colabora secretamente en el fenómeno que denuncia desde el púlpito.

Fuente: http://www.latempestad.com.mx/view/blog.php?id=100
rCR



jueves, 30 de septiembre de 2010

Descubierto planeta habitable


Esto que tienes aquí a la derecha es la representación pictórica de Gliese 581g. ¿Te suena de algo? ¿No se parece a cierto planeta en el que habitamos todos? Eso se debe a que este nuevo planeta descubierto es similar a nuestro planeta. Un nuevo mundo situado a 20’3 años luz. Declarado por la NASA como “potencialmente habitable“. ¡Lo que publicamos el otro día era más que cierto! Los detalles tras el salto espacial.
Gliese 581 es una estrella situada en la constelación de Libra. No, no es el nombre del planeta: en cuestión de planetas extrasolares, la nomenclatura común es agregar una letra minúscula al nombre de la estrella, comenzando por la b. Así, por ejemplo, el segundo planeta descubierto en el sistema se llama Gliese 581c. A modo de culturilla espacial, decir que no hay que confundirlo con las letras mayúsculas, que suelen referirse a sistemas múltiples. Así, Pepito Bd se referiría al tercer planeta descubierto de la segunda estrella de un sistema solar múltiple llamado Pepito.
Al meollo. Este es el primer planeta que se descubre que está situado dentro de la zona de habitabilidad, lo que significa que tiene muchas probabilidades de albergar vida, según la Universidad Santa Cruz en California y la Institución Carnegie en Washington. Es ya el sexto planeta que es hallado en esta estrella.

Arriba, una comparación directa del sistema solar y el sistema Gliese 581. Como se aprecia, el sistema del nuevo planeta es mucho más pequeño que el solar, situándose su último planeta -descubierto hasta la fecha- poco más allá de la órbita de Venus y con todos los demás en el interior de la órbita de Mercurio.
“¿Pero eso no es muy cerca? Se estará achicharrando.”
No, porque la estrella del sistema Gliese 581 es una enana roja, estrella mucho más pequeña y fría que el Sol. De modo que una cosa por otra se compensa, y Gliese 581g está dentro de la zona de habitabilidad del sistema.
Antes de liarse con fantasías de enviar allá una nave generacional, hay que tener en cuenta un par de cosas: este exoplaneta tiene una masa entre 3 y 4 veces la de nuestra Tierra, y debido a su cercanía a su estrella, completa una órbita cada 37 días. Sí, un año allí es poco más de un mes. En cuanto a su superficie, se sabe que “es un planeta rocoso con la suficiente gravedad como para albergar un atmósfera”.
En otras palabras: “habitable” significa que es apto para que se desarrolle vida parecida a la terrestre, no que podamos irnos de camping, esperar verdes praderas y eso.
Por otro lado, le pasa lo mismo que a la Luna con nosotros: Gliese 581g muestra siempre la misma cara hacia su sol, su periodo de rotación y traslación coinciden. Esto, a priori, puede parecer una desventaja por su poca similitud con nuestro planeta pero, en realidad, contribuye a que el clima del planeta sea siempre el mismo: totalmente estable. Tiene una cara en la que siempre es de día (con su sol quieto en el cielo), otra en la que siempre es de noche, y un “anillo” en el que Gliese 581 aparece siempre en el horizonte, como un amacener/atardecer eterno.
Teniendo en cuenta la diferencia de temperaturas en el propio planeta, es muy probable encontrar una zona que tenga una temperatura apta para la vida, probablemente cerca de ese anillo.
El descubrimiento resulta increíble no únicamente por lo que es en sí mismo, si no por lo que implica: si hemos descubierto uno tan rápido y tan cerca, se cumplen las previsiones más optimistas en cuanto al número de exoplanetas habitables en nuestra vecindad y en el universo. Una distancia de 20’3 años luz es relativamente muy cercana. De repente, sabemos que debe de haber muchos planetas habitables repartidos en el espacio, ya que la Tierra ha dejado de ser el único ejemplo, no válido para una estadística. A menos que, nuevamente, se le atribuya a la casualidad y pensemos que son los dos únicos en todo el universo.
Pero va a ser que no. — Javier G. Pereda


domingo, 26 de septiembre de 2010

Amodio y amodiosis

Amodio y amodiosis

Lo encontré a Amodio Pérez, el famoso traidor, en el cuarto o quinto piso de la Jefatura de Policía de Montevideo. Me habían llevado allí dos o tres tiras en un conocido modelo de auto policial de particular, un Maverick. Yo estaba sólo de paso, pues me llevaban al cuartel de Mercedes, de donde había venido mi requerimiento. Me metieron en una celda y a veces abrían la mirilla y podía ver el corredor entre las celdas afuera. Me llamó la atención ver a un preso que tenía la puerta de la celda totalmente abierta y que disponía de tanta fruta que hasta me hizo llegar una naranja, si no recuerdo mal. Lo primero que pensé, como yo no conocía a Amodio, es que se trataba de alguna cuestión de delitos socioeconómicos, cuyos responsables suelen disponer de mucho dinero y muchos recursos.
Yo había estado durante la militancia con su pareja, Alicia Rey Morales. En 1969, en ocasión de que habían caído presos los integrantes de la dirección y la subdirección y la organización estaba entonces tambaleante, todos los que habíamos quedado libres nos afanábamos por mostrar la presencia del MLN Tupamaros como que aún estaba vivo y que seguíamos peleando. Entonces hice un contacto con Fructuoso, compañero asesinado en el año 72, que había quedado a cargo de mi columna Interior-Sur, cerca de la vieja Estación Central de Ferrocarril. Fructuoso me llevó mirando para abajo, procedimiento común de seguridad, para que no pudiera identificar el local, a un departamento del que lo único que pude saber es que quedaba en la avenida Agraciada, no lejos del Palacio Legislativo. Allí me encontré con la que más tarde supe que era Alicia, cuyo seudónimo era Carmela, para coordinar alguna acción.
Amodio y su compañera se echaron en esa ocasión todo el peso de mantener viva a la organización.
Es evidente que entonces aún eran leales, pues podían haber hundido todo si así lo hubieran querido.
En la Jefatura de Policía de Montevideo yo no sabía entonces quien era ese que yo creí “delincuente socioeconómico”.
Mucho más tarde mi compañera, a quien le habían dejado la puerta de la celda abierta porque estaba embarazada y enferma, me contó que ella también había recibido una fruta de aquel, un meloncito en el que él había escrito con la uña en la cáscara su nombre: Amodio.
Esto es lo anecdótico. Lo importante que me deslumbró luego en un análisis que me llevó casi una vida y muchas vivencias duras es que considero que hubo toda una gama de “Amodios”, en la epidemia de diferentes grados de “amodiosis” que despertó la tortura sistemática.
La epidemia tiene los síntomas de una cierta megalomanía derivada del endiosamiento que todos teníamos por los cuadros de dirección tupamaros por la que éstos, aun algunos cuadros intermedios, creían que eran tan intocables que se podían permitir negociar para aliviar sus condiciones de tortura o reclusión. Este rasgo es posiblemente difícil de entender para los neófitos, pero hay que tener en cuenta que uno de los principios que se divulgaban en la interna era de que si venía una bala dirigida hacia un cuadro, cualquiera de las bases que pudiera tenía que colocarse delante de la bala. Naturalmente la posición del Bebe Sendic y de otros inspirados por su ejemplo o imbuidos de sus mismos principios era la opuesta; él se pondría delante de la bala para impedir que perforara a un compañero aunque éste fuera de base, tal vez aun más en este caso. Podríamos tal vez intentar resumir aquella filosofía con la frase “yo soy tan importante para la organización y por ende la revolución que no importa si caen algunos compañeros inferiores como resultado de que yo negocie con los militares para salvarme; la revolución bien vale la pena que cueste la caída de algunos menores porque en ella se van a redimir todos”.
Es comprensible que nadie quiera renunciar al respeto, más bien la adoración, de sus compañeros, en particular porque éstos son reconocidos por ser particularmente valiosos y duros. Por eso se entiende la posición de seguir sin reconocer los fallos humanos que se haya tenido bajo el maltrato inhumano al límite. A su vez este disimulo puede llevar a mantener toda una posición impostada y que ésta influya en las decisiones políticas.

No es sino recientemente que me alumbró esta duda, a la luz desgarradora y terrible de que viejos líderes quieran dejar ir a “viejitos” torturadores, ahora presos, para su casa, que aboguen por aumentar los sueldos de los militares, mientras que afirman que la docencia es un apostolado no rentable, que defiendan a militares asesinos de su extradición, que no apoyen la anulación de la ley que otorga impunidad a los torturadores y delincuentes contra los derechos humanos, que acepten que se manden tropas uruguayas a Haití y otros países…
¿Qué es lo que ahora estarán negociando para “beneficio del pueblo” los de “las manos sucias” sartreanas?


miércoles, 22 de septiembre de 2010

Error en Twitter dio entrada a virus

Jornada negra para Twitter por un error de código


El Correo




 Twitter ha vivido dos horas negras por un error de código que ha dado problemas a los usuarios cuando trataban de acceder a su perfil de la red social. Al entrar la imagen quedaba congelada con varios colores y comenzaba a redirigir a los internautas a otros sitios web, entre ellos páginas de contenido pornográfico. El servicio únicamente funcionaba con normalidad a través de dispositivos móviles; en ese caso, los mensajes simplemente aparecían como un código, pero no eran reenviados.

Este fallo ha acumulado tantos comentarios que se ha convertido en uno de los temas más populaers ('trending topic') de la red de 'microbollging'. El error impedía aceptar mensajes directos y publicaba otros muchos como un texto en negro. Además, avisaba de que había sido imposible enviar un mensaje privado que no existía.

Según ha explicado la empresa de seguridad Sophos, "miles de usuarios" se han visto afectados por un posible virus y, entre ellos, alguna personalidad como Sarah Brown, ex mujer del primer ministro británico Gordon Brown. El origen de este problema sería una vulnerabilidad de la red social -que permitía crear un mensaje 'pop-up' al pasar el ratón- que ha sido aprovechada por los 'spammers' para introducir códigos maliciosos.

http://vadejuegos.elcorreo.com/noticias/2010/09/21/jornada-negra-para-twitter-por-un-error-de-codigo-171240.html


jueves, 16 de septiembre de 2010

Chomsky: manipulación mediática

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática

15 SEPTIEMBRE 2010 14 COMENTARIOS
El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios



1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
(Publicado por Omar Montilla, en el Blog Gramscimanía)
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