lunes, 24 de diciembre de 2012

Estas Fuerzas Armadas: enemigo de la soberanía


Estas Fuerzas Armadas: enemigo de la soberanía

En un reciente debate del 10 de diciembre en la Fundación Vivián Trías y en algunas publicaciones posteriores se sostuvo como tesis el sofisma*1 de que las Fuerzas Armadas en su forma presente serían una defensa de la soberanía nacional.
Más exactamente se pretendió establecer, literalmente: El país que no las tiene (fuerzas armadas) va a estar sometiendo gran parte de su soberanía”.
Nosotros intentaremos aportar a este debate el rigor lógico que nos ha costado muchos años de estudios y docencia universitarios, sin pretender que éste sea una panacea para resolver todos los problemas, sino con la modestia que nos debe imponer la relatividad de estos recursos al enfrentarlos con la realidad siempre compleja y cambiante.
Lo primero que sugerimos hacer, entonces es examinar la historia de estas fuerzas armadas de la República Oriental del Uruguay.
Ellas no nacen, como falsamente postulan al establecer su bicentésimo aniversario, en el año 1811 con Artigas. Las fuerzas armadas artiguistas de 1811 son fuerzas tupamaras, así llamadas despectivamente por los españoles en relación al inca Tupac Amaru, líder de la Gran Rebelión en Perú en el año 1780 . Por el contrario, estas fuerzas armadas nacen con el general Venancio Flores, al decir del historiador Carlos Machado, el mayor traidor de la historia uruguaya, cuando el imperialismo inglés armó la llamada Triple Alianza para combatir al heroico pueblo paraguayo en la guerra del mismo nombre en la que los patriotas paraguayos fueron masacrados por el triple puño militar de Argentina, Brasil y Uruguay. Para ello Venancio Flores no vaciló en hacer aniquilar primero la resistencia del pueblo, en particular el sanducero con Leandro Gómez a su cabeza que resistió heroicamente hasta con armas improvisadas. Así que desde su nacimiento estas fuerzas armadas fueron signadas por su sumisión a intereses imperialistas contra la soberanía nacional.
Posteriormente las fuerzas armadas del estado uruguayo intervinieron contra las tropas de Aparicio Saravia y luego cuando el golpe de Terra contra las tropas populares que se oponían a la dictadura del mismo, con Basilio Muñoz a su frente y con conocidas figuras populares como Carlos Quijano entre sus filas.
Dejando de lado épocas relativamente lejanas, a partir de la década del 60 las fuerzas armadas fueron utilizadas primero contra el movimiento sindical y por la pre dictadura de Pacheco sirviendo como carceleros de aquellos compatriotas a quienes se aplicaban las Medidas Prontas de Seguridad, por las que bastaba la simple sospecha para determinar su encarcelamiento en cuarteles.
Finalmente les fue confiada la lucha antisubversiva en el año 1970 por el parlamento nacional. Es posible sostener que las fuerzas armadas entonces sirvieron solamente a la orden de los poderes del estado, por lo tanto no infringiendo la soberanía nacional. Pero de hecho actuaron en el marco del enfrentamiento imperialista de la guerra fría, naturalmente del lado imperialista, por lo menos hasta que tomaron por su cuenta las riendas del estado uruguayo, a partir del golpe de febrero del 73 y aun más claramente luego del golpe explícito de junio de 1973, en que estas justificaciones endebles desaparecen por completo y quedan entonces las propias fuerzas armadas en el rol que hasta hoy se atribuyen, como custodios de la institucionalidad, rol que ninguna constitución ni ley ni regla política explícita les asigna y que ellas se atribuyen a sí mismas.



Bien, veamos: a partir entonces de 1968 las fuerzas armadas se ven enfrentadas a una generación entera de jóvenes con ideales de liberación nacional y socialismo. ¿De qué modo puede inscribirse una lucha de este tipo en la defensa de la soberanía nacional?
La cuestión puede resolverse en los medios utilizados. Podemos interpretar esta pregunta en la forma siguiente: ¿la lucha por la soberanía nacional es compatible con la tortura, la violación de prisioneras indefensas, la apropiación de bebés, la desaparición como técnica sistemática, el asesinato de jóvenes heridos y desarmados o de personas indefensas?
Hasta hoy ni estas fuerzas armadas en su conjunto, ni ninguno de sus personeros, ni siquiera Gavazzo, símbolo viviente del torturador uruguayo, reconocen abiertamente haber torturado. Gavazzo mismo recientemente preguntado sobre qué quería decir con la frase aparecida en su libro de “apretar el gañote”, afirmó que era solamente “un giro literario” *4. ¿Torturadores inconfesos y vergonzantes pueden ser entonces luchadores por la soberanía nacional?
Y estas técnicas no fueron aisladas. Miles de uruguayos podemos aún testimoniar sobre el tratamiento recibido por todos los que pasamos por los cuarteles “defensores de la soberanía”.
Primero el ablande consistente en plantones interminables, día y noche sometidos a los rigores de la intemperie, sol y calor o frío glacial, y palizas. Los plantones se realizaban frecuentemente encapuchados con las piernas separadas y los brazos horizontales o con los dedos de las manos cruzados detrás de la nuca. Si el prisionero padecía de necesidades fisiológicas normales, tales como orinar o defecar, lo debía hacer sobre sus prendas interiores y/o exteriores. Si el desgraciado se caía de agotamiento, era levantado mediante palizas: golpes de puño, patadas y culatazos de fusil. Luego del “ablande” seguían otros tratamientos como: fusilamiento simulado, ahogamiento en tachos llenos de agua sucia  y choques eléctricos, llamados de “picana eléctrica”. Todo esto es archisabido.
Siguiendo el relato de uno de los propios “luchadores por la soberanía”, el teniente Julio César Cooper Alves, asilado en Suecia desde el mes de agosto de 1978; militante del 6to.Regimiento de Caballería de Montevideo, quien tiene ciertos detalles sobre el “ablande”.
“Yo estaba en el cuartel. Me enteraba esporádicamente, me daba cuenta de cómo lo estaban tratando. Lo veía pasar una noche entera al aire libre, en ablandamiento. Lo veía con lesiones, atado como un perro, arrollado, sin poder levantarse ni acostarse. Pienso que le aplicaron el submarino, golpes, picana eléctrica...
Pienso, no. Era así. Y alcancé a verlo después detenido en un vagón. (vagones de carga de AFE, que se distribuyeron en varias unidades, como calabozos) -o sea que el ente autónomo, puso también su óbolo en todos los cuarteles-. Estaba encadenado y el soporte de la cadena estaba a unos 30 centímetros del piso. Estaba en cuclillas, no podía pararse, ni estirarse, mal alimentado, en ablandamiento total”.
Este aporte del Teniente Cooper, picanazos más o menos, hacía el, “recibimiento”, obligatorio al desgraciado que caía en manos de los hermanos Uruguayos (del cuartel)…” (Tomado del libro de Ricardo Perdomo “Yo soy Rufo…y no me entrego” *2)
En el debate mencionado en la Fundación Trías se “enfrentan” dos posiciones, ambas oficialistas, una de defensa de las fuerzas armadas tal como son ahora, representada por el ex ministro de defensa  y actual diputado José Bayardi y por el otro lado la tibia crítica de la senadora oficialista Constanza Moreira, que se “opone” a manifestaciones extremas, por ejemplo la presencia de tropas uruguayas en Haití.
En dicho debate solamente fuera del panel se representó a la verdadera alternativa: disolver las fuerzas armadas, la que no cabe duda que es apoyada por la mayoría del pueblo y que se refleja en el bajo reclutamiento para la Escuela Militar, que obligó recientemente a sus autoridades a rebajar las exigencias de ingreso*3.
La verdad es la que señaló el propio general Víctor Licandro: "las Fuerzas Armadas no han cambiado. Cambiaron los hombres pero hay una gran presencia de hijos y nietos de aquellos, de aquella época. Y aquellos siguen hablando en los centros y diciendo que fueron salvadores de la patria y reclamando el reconocimiento de la sociedad. No han captado que la sociedad los ha rechazado una y otra vez. Yo no veo el camino para integrarlas a la sociedad hoy"
Bayardi cometió el error de mencionar a Licandro, junto con Seregni y Arrarte, éste último presente en el mencionado debate, como ejemplos de que las fuerzas armadas constituyen la defensa de nuestra soberanía. En realidad existe una larga honrosa lista de militares defensores de la soberanía nacional; aún arriesgándome a ser injusto al olvidar a muchos otros voy a mencionar a Daniel Rey Piuma, Pedro Aguerre, Montaner, Carlos Escuder , Ariel Ferré(considerado además héroe nacional en Nicaragua por su aporte en la guerra contra los Contras), Luis Lazo, Ceibal Carbajales y a los fallecidos Brum Canet , Fernando Garín, sin distinción alguna por su rango militar, con total iconoclastia, estamos mezclando tropa hasta con generales.
El problema es que difícilmente todos estos militares nacionalistas encuadran en las fuerzas armadas, ellos fueron expulsados con “deshonor” y anatematizados. En cambio los criminales de lesa humanidad procesados por la justicia y cuya mayoría se encuentra en la cárcel de lujo de Domingo Arena, siguen siendo considerados miembros honrosos y plenos y disfrutan de todos los privilegios consiguientes, aun de abogados defensores pagos por el ministerio de defensa directa o indirectamente. Este hecho ya de por sí es una definición de en qué consisten las fuerzas armadas, reconocido por ellas mismas.
Recientemente se conoció el hecho de que las fuerzas armadas incurrían tratados con las fuerzas imperiales de EEUU, aun con desconocimiento del propio ministerio de defensa.
No se sabe de qué manera podrían defender la soberanía nacional: en una guerra convencional no pueden, cosa que reconocieron en una hipótesis de conflicto presentada por el inefable Tabaré Vázquez cuando era presidente.
Su rol puede ser el que presentó Mujica en Durazno: defender las instituciones. Pero esto no significa defender la soberanía, sino solamente en realidad significa defender los privilegios sostenidos por la sociedad actual, es decir una función conservadora.
El pueblo uruguayo está solventando con cerca de un millón y medio de dólares diarios a unas fuerzas armadas que tan sólo pueden servir en un futuro para reprimir al propio pueblo que ahora las sostiene.
En conclusión, como bien dijo Víctor Licandro: no se ve el camino de integrarlas hoy a la sociedad; desde su fundación hasta ahora han demostrado ser enemigas de la soberanía nacional, la única solución es disolverlas.

Ricardo Ferré
24 de diciembre de 2012